La duda conduce a la herejía
El intenso sol de Ispaal-i3 empezaba a ser molesto para el
sargento Maxius, que abrió la cantimplora para dar otro corto trago de agua.
Sabía que tenía que racionarla y dar ejemplo a sus muchachos. Hasta que llegase
el capitán Korvydae a este infecto sistema, él tenía el mando directo sobre los
exploradores de la décima compañía. Y la espera se estaba haciendo muy dura.
Llevaban sólo un par de meses en esta región del espacio, y
la lucha estaba siendo encarnizada. Sólo un par de victorias claras para la
Guardia del Cuervo, y demasiadas retiradas. Demasiadas bajas para un capítulo
tan escaso de números. Demasiadas zonas cuyo control se había perdido en un
planeta que, según se decía, era clave para la marcha del imperio. Demasiadas
dudas. “Y la duda conduce a la herejía”,
se repitió a sí mismo mientras volvía a colgar la cantimplora del cinturón.
Estaba esperando a que regresaran los muchachos de la
segunda y de la cuarta escuadra. Habían visto señales que no presagiaban nada
bueno y había enviado dos escuadras a reconocer el terreno. No quería
confiarse. “El capitán Osgrim se confió y
él ya no tendrá más dudas. Que descanse en paz” había dicho a sus hombres
ante la cara de sorpresa por enviar a dos escuadras a hacer el trabajo para el
que una solía bastar.
Y es que hacía tan solo unos días, bajo el mando del capitán
Osgrim, estaban haciendo una incursión en la zona dominada por los necrones
para controlar un punto estratégico de la región cuando avistaron a lo lejos
parte del ejercito necrón. Sólo el Emperador sabrá por qué, el capitán decidió
avanzar insensatamente sobre ellos. Parecía una fuerza pequeña y sus victorias
anteriores sobre las fuerzas de la dinastía Sautekh probablemente lo cegaron
con un ansía de gloria impropio de un capitán de la Guardia del Cuervo.
“Quizás fue la
presencia de los marines veteranos en sus motos lo que le hizo infravalorar al
enemigo. O quizás no reparó en que estos necrones pertenecían a la dinastía
Mephrit, pero dio orden de avanzar y las consecuencias fueron desastrosas.”
Había explicado el sargento en su informe.
Aunque se hicieron algunos disparos iniciales, a penas se
consiguió nada a tanta distancia. Sin embargo, los necrones tienen armas que no
parecen del mundo real. Un enorme ingenio mecánico que flotaba sobre un colina en
el horizonte, abrió fuego sobre el whilrdwind que los acompaña. Un poderoso rayo de alguna energía extraña cruzó
la vasta distancia que los separaba, iluminando las cabezas de los veteranos
que se habían adelantado. Impactó de lleno sobre el vehículo imperial, que ─tras un gran explosión─ quedó reducido a una
masa humeante de metal retorcido. Mal comienzo.
Una de esas extrañas naves necronas, guadañas las llaman,
avanzó raudo hacia las líneas imperiales, mientras más y más unidades de élite
necronas se iban teleportando a su paso. ¡Se habían confiado demasiado! Iba
dejando un reguero de tropas que evidenciaban el tremendo error de cálculo
cometido.
─ “Me encontraba con mis hombres sobre una posición muy adelantada.
Ocultos en unas ruinas ancestrales mientras esperábamos que el resto del
ejército avanzara. Podíamos ver sobre nuestras cabezas al capitán Osgrim con un
reducido grupo de Veteranos de Vanguardia volando en círculos sobre nuestra
posición. La verdad es que eso nos inspiraba confianza. Pero tengo que
reconocer que hasta los más valientes de mis hombres tragaron saliva al ver
aparecer por encima de las ruinas los peligrosos Espectros Canópticos con sus
látigos espirales. No los habíamos visto venir. Saltaron sobre nosotros
haciendo chasquear sus látigos y destrozando a la mitad de mis hombres sin que
pudiéramos evitarlo. La carne se rasgaba como si fuese mantequilla atravesada
por un cuchillo caliente y nuestras ligeras armaduras no lograban detener el
impacto. Sólo pudimos retirarnos desesperadamente justo a tiempo de que el
capitán Reivin Nocte, de la compañía de veteranos, apareciera con las escuadras
motorizadas para salvarnos. Abrieron fuego sobre los espectros, pero la mayoría
de las balas atravesaban limpiamente a esas aterradoras criaturas sin dañarlas,
que cambiaban de fase volviéndose inmateriales al recibir el fuego enemigo.
Pero la lluvia de proyectiles fue tan intensa que finalmente muchas balas
terminaron impactando en ellos cuando volvían a cambiar de fase. Todos los
espectros cayeron, salvándonos la vida a los que quedábamos vivos.”
Desafortunadamente para muchos de esos veteranos, fue su
último acto heroico, pues tuvieron que concentrar tanto su ataque sobre la
posición de los exploradores, que no vieron venir la unidad de silenciosos
destructores que se había teletransportado desde el mundo necrópolis al paso de
la veloz guadaña por el flanco izquierdo. Los impactos llegaron sin avisar. Y
muchos valientes marines terminaron envueltos en una bola de llamas que les
consumió dentro de sus servoarmaduras.
Mientras, en la retaguardia, la escuadra de devastadores que
prestaba apoyo pesado oculto en las estribaciones de una colina, no tuvo
ninguna posibilidad. Superados en número, atacados desde una posición superior
por la retaguardia, fueron masacrados por una unidad de inmortales que se
habían teleportado allí en compañía de un Lord comandante necrón.
Pero incluso en las situaciones más desesperadas hay
momentos para la gloria. Emil Tervus, a los mandos del landspeeder que debía
servir de enlace de telemetría para el whirlwind, ya no tenía a quién guiar sus
disparos, pues el vehículo de apoyo había sido destruido. Así que giró los
mandos del ligero vehículo y se lanzó temerariamente junto a su copiloto sobre
la colina donde habían perecido sus hermanos. Desató una tormenta de fuego con
sus lanzallamas pesados, arrasando con la mitad de la unidad de inmortales. El
calor era tan intenso que los dispositivos necrones quedaban fundidos con la
roca, haciendo inviable la activación de los protocolos de reanimación. Emil
tuvo que soportar el intenso fuego enemigo, que a esa distancia podría haber
sido fatal. Los inmortales supervivientes se lanzaron contra él, pero con una
habilidad propia sólo de un marine espacial, manejó el landspeeder para ponerse
enfrente del lord comandante. Éste cargó contra el dañado vehículo blandiendo
su Bastón de luz y esperando asestar el golpe definitivo. Pero su inhumano
rostro mudó cuando vio las válvulas de los lanzallamas abrirse cuando estaba a
punto de alcanzarlo. La chispa encendió la carga mortal de prometio y nitrógeno que lo envolvió en un una bola de llamas
purificadoras que dejaron al ejército necrón sin comandante.
La muerte del Lord comandante había sido un golpe muy importante
pero las cosas no marchaban para nada bien. Los inmortales supervivientes
dispararon a bocajarro sus carabinas tesla, inutilizando el landspeeder y
matando de paso al copiloto de Emil Tervus. El ropio Emil a duras penas pudo
escapar con vida arrastrándose herido y ocultándose de la mirada de los
necrones, que ahora estaban desconcertados por la pérdida de su general.
El fuego cruzado de los destructores y de unas extrañas
motos necronas habían devastado gran parte de las fuerzas de veteranos que avanzaba
por el centro del campo de batalla con el capitán Reivin Nocte y el teniente
Angris. La guadaña sobrevolaba lanzando ataques rápidos y devastadores sin que
nadie supusiese una amenaza real para ella, demasiado ocupados con el resto de
las fuerzas necronas como para mirar a quien les bombardeaba desde el cielo. Y
por último, el capitán Osgrim y los veteranos de vanguardia que sobrevolaban el
cielo habían fallado en su objetivo de destruir el Arca del Día del Juicio
Final que había destruido el landspeeder.
La mayoría de los Veteranos de Vanguardia habían muerto en
el descenso a causa de los disparos del enorme vehículo que pretendían
destruir. El resto cayeron bajo el pesado fuego de sus cañones cuando
intentaban dañar la impenetrable estructura metálica.
El grueso motorizado del ejército imperial continuó
avanzando, acercándose a las fuerzas de retaguardia necronas, donde un Criptek
y una legión de guerreros necrones defendían la posición que a toda costa
debían tomar. La lluvia de proyectiles bolter de las motos de veteranos barrió
la innumerable legión metálica. El capitán Osgrim dudó. Pensando que no podría
acabar él solo con el mastodóntico ingenio mecánico, activó sus retroreactores
para alejarse de él y tratar de cargar contra el Cripteck; pero ése fue su
último error. Mientras volaba blandiendo su poderoso martillo de tormenta, el
Arca al que había dado la espalda abrió fuego contra él.
─ “No
hemos recuperado nada. El impacto fue directo y creemos que quedó volatilizado
en el acto. Después de eso, el capitán Reivin ordenó retirada. Imagino que para
evitar más bajas innecesarias, pues la batalla estaba perdida. Aunque para ser
sinceros creo que la batalla se perdió en el mismo momento en que dio la orden
de avanzar abandonando las posiciones iniciales”.
─ “¿Duda de las decisiones tomadas por el
desaparecido capitán Osgrim?” ─
Preguntó con una sonrisa siniestra el inquisidor.
─ “¡La duda conduce a la herejía, señor!”
Magnífico!
ResponderEliminarSería digno de una entrada propia con imágenes del combate!